por gabrielazavala.com

La Formación Personal como camino de crecimiento

marzo 15, 2025 | Blog

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Como adultos podemos llegar a pensar que ya hemos ido completando nuestro proceso de crecimiento, que ya estudiamos, que ya hemos madurado y que ya hemos vivido “suficiente” para acumular las experiencias que deberían garantizar cómo responder de forma eficiente, precisa y segura en cada ocasión. Y nos olvidamos así, que La Vida está viva y que se mueve, agita y transforma… Y que seguimos siendo atravesados por ella, mutando células, cambiando de etapas, sacudidos por tantas vivencias que nuestro ser humano necesita seguir experimentando en este mundo, hasta que lo dejemos…

Deseamos profundamente dar lo mejor de nosotras/os a nuestras/os hijas/os, a las infancias, juventudes y personas que acompañamos y tenemos el claro propósito de respetar sus procesos. Pero nos olvidamos de mirarnos con un poco más de amabilidad, paciencia y podríamos decir, necesaria compasión.

 Nuestro nivel de autoexigencia es implacable. En algún lugar de nuestro ser hemos creído que podemos ser infalibles. Quizás porque en nuestra infancia y en nuestra educación nunca se valoró el error como una posibilidad. Quizás porque siempre nos demandaron cumplir con todos los objetivos que se esperaban en cada edad. Porque siempre estuvimos estandarizados en un patrón que había que cumplir, y los espacios para explorar nuestros propios ritmos y nuestras propias formas fueron muy escasos.

Sin darnos cuenta, existen todavía algunas áreas de nuestro desarrollo que todavía repiten patrones muy antiguos. La educación, y nuestro concepto de aprendizaje todavía se encuentran sumamente influenciados por el pensamiento cartesiano que nos sigue dividiendo en Cuerpo y Mente, en razón y emoción.

Vamos poco a poco entendiendo que somos una unidad indivisible, y que no podemos seguir separándonos en compartimentos y/o áreas de forma desconectada, y que nuestro mundo físico, emocional, cognitivo y espiritual son parte de un todo. Sin embargo, en todos los ambientes en los que solemos movernos, se nos exige separar “lo profesional” de “lo personal”. Hemos aprendido a distanciarnos de lo que sentimos y a excluir lo que nos moviliza. Y nos hemos olvidado que nuestras emociones son la gran guía para continuar con nuestro camino de crecimiento. Y que nuestro cuerpo es el lugar donde se aloja esa integridad.

Desde ese lugar es sumamente importante, sobre todo cuando desempeñamos el rol de acompañar procesos de crecimiento y aprendizaje (ya sea en el campo educativo o terapéutico), poder tomar conciencia de qué sentimos, cómo nos movemos…  seguir descubriendo quiénes somos…así como los patrones de nuestra crianza que han ido construyendo nuestras emociones predominantes

. Si no generamos espacios de revisión y de acercamiento a nuestra historia, si sólo estamos dando prioridad al desarrollo de contenidos y acumulación de conocimientos, el reconocimiento de nuestro ser más íntimo y personal quedará de lado.

En Psicomotricidad existe un eje fundamental que llamamos formación personal. Es aquí donde podemos ponernos en el centro de la formación que estamos desarrollando como personas, y podemos detenernos, incluyendo el valor “académico” a reflexionar sobre cómo y quiénes somos.

Poder desarrollar esa mirada interna para reconocer los procesos vitales que atravesamos en nuestras diferentes etapas y ciclos, pudiendo darnos cuenta de nuestra manera particular e irrepetible de sentirnos y relacionarnos.

Para la formación personal necesitamos salir de la mente “racional” que todo interpreta y juzga, para poder conectarnos con otro tipo de lenguajes que nos permitan una visión diferente. Aquí entran como grandes herramientas, el movimiento y los lenguajes expresivos, para activar nuestra capacidad simbólica y ayudarnos a tomar contacto con múltiples aspectos de nuestro mundo interno.

El trabajo con el propio cuerpo y las diferentes experiencias que nos lleven a reconocer nuestro tono corporal, el equilibrio y el desequilibrio, el paso de momentos de movimiento intenso a otros de mayor relajación y el silencio, dejando huella a través del dibujo, el modelado, la construcción y la palabra, son algunas de las grandes oportunidades de conexión con nuestro Ser.

Es necesario salir de la carrera acumulativa de logros y herramientas, ya que el contacto con el mundo emocional no se puede medir en cantidades o calidades. Requerimos entrar en otro código de valoración donde los procesos irrepetibles de cada ser humano podrán salir a la luz, así como el encuentro y el vínculo fuera de jerarquías y roles.

Poder mirarnos con los ojos llenos de presencia, aquellos que nos abren a tomar la vida que cada una/o de nosotra/os sigue caminando, afortunadamente de manera misteriosa, imprevisible y llena de sorpresas.

Sobre la autora, gabrielazavala.com

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